Y así fue como fue una tarde de viernes, la más despejada de todas, en que el aire se dejó sentir tan imponente como sutil. Caminé y me detuve a contemplar el cielo. Lo sentí.
El viernes que quise evitar toda mi vida. Ése que deseaba que nunca llegara pero que me esperó con paciencia hasta estar yo preparada -jamás lista-. Qué gran aprendizaje de vida el verme ahí más tranquila de lo que hubiera pensado yo misma y que es lo que más tengo que agradecerle a la vida por haberme esperado pacientemente. No a que se volviera realidad mi sueño pero sí para yo haberlo cambiado por todo el amor que le tengo. No pidió permiso ni hacían falta más despedidas, ni instrucciones, pues era de esperarse que se haría caso omiso. Así que, cual alma insurrecta y reaccionaria, se fugó al menor descuido antes que alguien lo imaginara.
Y así fue como fue que mi papá partió.
El viernes que quise evitar toda mi vida. Ése que deseaba que nunca llegara pero que me esperó con paciencia hasta estar yo preparada -jamás lista-. Qué gran aprendizaje de vida el verme ahí más tranquila de lo que hubiera pensado yo misma y que es lo que más tengo que agradecerle a la vida por haberme esperado pacientemente. No a que se volviera realidad mi sueño pero sí para yo haberlo cambiado por todo el amor que le tengo. No pidió permiso ni hacían falta más despedidas, ni instrucciones, pues era de esperarse que se haría caso omiso. Así que, cual alma insurrecta y reaccionaria, se fugó al menor descuido antes que alguien lo imaginara.
Así el viernes que había comenzado para mí desde el jueves se volvió sábado sin sentir. No había cómo dormir con tantas emociones. Él ya no estaba ahí, pero sí conmigo. Más cerca de mí que nunca.
Y así fue como fue que mi papá partió.
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