Nuevamente Chile ha sido testigo de un milagro. Debe tener algún tipo de bendición geográfica que ha hecho que suceda otra vez, como hace algunos años, lo fueran los sobrevivientes de Los Andes. Hoy todos los ojos están puestos otra vez en Chile.
Qué emoción poder ser testigos de acontecimientos como éste. Yo estoy altamente conmovida que hasta se me eriza la piel por los mineros, por su gente, por su pueblo y no es que sean menos afortunados que nuestros damnificados en las inundaciones de Veracruz, o la sequía en Zacatecas, los muertos en Juárez, los secuestrados de Michoacán, o casos de muertes en minas Mexicanas; donde también las personas lidian con sus desgracias ante las lamentables pérdidas de sus afectos y de su patrimonio. Sólo es que la recurrencia y las probabilidades ante derrumbes en las minas nos toca una vena muy sensible.
Fue el 5 de agosto de este año que 33 mineros quedaron atrapados a casi 700 metros de profundidad en la mina San José en Copiapó, al norte de Chile, y que hoy están siendo rescatados uno a uno. Y es que los milagros no son sólo de Dios sino de líderes como el Presidente Sebastián Piñera y su Gobierno -en Chile- quienes retaron las circunstancias con decisión y no han escatimado en recursos como ya lo habían hecho unos meses atrás con el terremoto. Sirvan de ejemplo para el mundo, especialmente para mi México, en donde estamos ávidos de gente así.
Qué emoción poder ser testigos de acontecimientos como éste. Yo estoy altamente conmovida que hasta se me eriza la piel por los mineros, por su gente, por su pueblo y no es que sean menos afortunados que nuestros damnificados en las inundaciones de Veracruz, o la sequía en Zacatecas, los muertos en Juárez, los secuestrados de Michoacán, o casos de muertes en minas Mexicanas; donde también las personas lidian con sus desgracias ante las lamentables pérdidas de sus afectos y de su patrimonio. Sólo es que la recurrencia y las probabilidades ante derrumbes en las minas nos toca una vena muy sensible.
Ojalá nunca se olvidara la humildad con la que estos mineros aguardaron junto con sus familiares y hoy se notan tan agradecidos. Ojalá no olvidáramos esa humildad que se siente en los momentos más vulnerables para cuando llegan las épocas de bonanza sepamos corresponder a la vida por las bendiciones y las oportunidades que nos brinda. Ojalá no se olvide esta solidaridad entre naciones que nos enaltece como raza humana.
Quizá en unos días que pase la euforia se nos olvide pero la vida y Dios en su infinita sabiduría nos lo habrán de recordar cada tanto.
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