Al final decidieron cancelar el barquito antes de seguir pasando vergüenzas.
Aunque la verdad se oía fuerte el rumor que nos andaba queriendo comprar otra
naviera. ¡Qué rumor ni qué ocho cuartos! Si hasta salió en prensa internacional
especializada. Nomás le quisieron tapar el ojo al macho para que siguiéramos en
nuestros quehaceres sin distraernos. Pero ¿cuáles quehaceres? –dije yo.
Y pos me quedé con un palmo de narices. Tuve que enviar al marinero de vuelta a su anterior jefe, el de la madera. Ay pobre marinero tan chambeador, si hasta lo voy a extrañar. Nos envió unas misivas al primer oficial y a mí que casi se nos salen “las de cocodrilo” –como decimos en mi pueblo–. El nuevo asesor nos envió una comunicación para agradecernos y darnos sus buenos deseos amablemente. Y el primer oficial ¿qué problema? Casi saltaba de la emoción sabiendo que ya no tenía que padecer más –ni dar pena ajena– con el sueño guajiro del dueño. Al cabo que seguía en sus mismitas ocupaciones de siempre así que ni se acongojó, porque además sabía hacer de todo. Algo así como el “mil usos” de la navegación. Fuera de que también está en la misma naviera y nadie sabe el destino que nos depara, pero ése será ya otro cantar. Por ahora andaba requetefeliz con su ponderadísimo jefazo del alma quien todavía se seguía peleando porque no le quitaran su primer oficial. ¡Ay si hasta parecen compadres me cae! Pero son buenos tipos y seguirán juntos hasta que Diosito o la otra naviera se los permitan.
Y no me puedo quejar. Estaban tan felices que hasta me dieron asilo pues yo sí que ya no tenía pa' donde volver. Pues me contaron las malas lenguas que allá en el puerto del que yo era, no había buen augurio, porque la naviera ésa que nos anda comprando, está rebien posicionada por aquellos lares. Y yo que ni mi escritorio dejé allá. Sólo el pobre coordinador de navegación que recién había llegado y que está esperando mis instrucciones para la nueva misión. Espero no se canse de esperar (¿o sí?) porque ni luces de la oficialía de puertos que, según el almirante, nos iba a amparar nuevamente asignándonos al trasatlántico aquel que ya andaba navegando en aguas profundas. Qué buenas vacaciones se dio ese oficial de puertos y de paso al coordinador de navegación que nomás se anda picando los ojos, yo creo.
Porque lo que es a mí me la aplicó el almirante y ahora que'sque debo yo encargarme de la información que pide la nueva naviera sobre los puertos de los que somos responsables. Pero es un despelote –o revolú, como dicen por aquí–. Pues como yo no sé ni pío de lo que cubre cada puerto tons ahí ando importunando a todos los oficiales que están más apurados con su reporte anual. ¡Pobres batos me cae! Ya sólo falta que les pidamos sus actas de nacimiento y hasta la fe de bautismo, pero es que neta que el pobre almirante nomás no le da ni la memoria ni el triste año que lleva a cargo. Si hasta me anda enviando las cosas nomás pa' volverme a preguntar. Ha de estar todo hecho bolas entre los reportes de los puertos, el cambio de dueño y la nueva naviera, que ya no sabe dónde empieza y dónde termina. No es para menos pero también exagera enviándome los encargos ya sin ver. Creo que a veces ni los entiende y espera que yo le haga la traducción simultánea.
Y aunque sabemos que con la nueva naviera no serán fáciles las cosas, pues al menos hay que seguir trabajando hasta el final. Pos ni modo que dejemos ahí todo botado nomás. Uno que es responsable y no sabe dejar las cosas a medias. Y pos así se nos van los días mientras tanto, sin pensar ya lo que hubiera sido nuestro tan soñado barco y en espera de una nueva travesía.
Y pos me quedé con un palmo de narices. Tuve que enviar al marinero de vuelta a su anterior jefe, el de la madera. Ay pobre marinero tan chambeador, si hasta lo voy a extrañar. Nos envió unas misivas al primer oficial y a mí que casi se nos salen “las de cocodrilo” –como decimos en mi pueblo–. El nuevo asesor nos envió una comunicación para agradecernos y darnos sus buenos deseos amablemente. Y el primer oficial ¿qué problema? Casi saltaba de la emoción sabiendo que ya no tenía que padecer más –ni dar pena ajena– con el sueño guajiro del dueño. Al cabo que seguía en sus mismitas ocupaciones de siempre así que ni se acongojó, porque además sabía hacer de todo. Algo así como el “mil usos” de la navegación. Fuera de que también está en la misma naviera y nadie sabe el destino que nos depara, pero ése será ya otro cantar. Por ahora andaba requetefeliz con su ponderadísimo jefazo del alma quien todavía se seguía peleando porque no le quitaran su primer oficial. ¡Ay si hasta parecen compadres me cae! Pero son buenos tipos y seguirán juntos hasta que Diosito o la otra naviera se los permitan.
Y no me puedo quejar. Estaban tan felices que hasta me dieron asilo pues yo sí que ya no tenía pa' donde volver. Pues me contaron las malas lenguas que allá en el puerto del que yo era, no había buen augurio, porque la naviera ésa que nos anda comprando, está rebien posicionada por aquellos lares. Y yo que ni mi escritorio dejé allá. Sólo el pobre coordinador de navegación que recién había llegado y que está esperando mis instrucciones para la nueva misión. Espero no se canse de esperar (¿o sí?) porque ni luces de la oficialía de puertos que, según el almirante, nos iba a amparar nuevamente asignándonos al trasatlántico aquel que ya andaba navegando en aguas profundas. Qué buenas vacaciones se dio ese oficial de puertos y de paso al coordinador de navegación que nomás se anda picando los ojos, yo creo.
Porque lo que es a mí me la aplicó el almirante y ahora que'sque debo yo encargarme de la información que pide la nueva naviera sobre los puertos de los que somos responsables. Pero es un despelote –o revolú, como dicen por aquí–. Pues como yo no sé ni pío de lo que cubre cada puerto tons ahí ando importunando a todos los oficiales que están más apurados con su reporte anual. ¡Pobres batos me cae! Ya sólo falta que les pidamos sus actas de nacimiento y hasta la fe de bautismo, pero es que neta que el pobre almirante nomás no le da ni la memoria ni el triste año que lleva a cargo. Si hasta me anda enviando las cosas nomás pa' volverme a preguntar. Ha de estar todo hecho bolas entre los reportes de los puertos, el cambio de dueño y la nueva naviera, que ya no sabe dónde empieza y dónde termina. No es para menos pero también exagera enviándome los encargos ya sin ver. Creo que a veces ni los entiende y espera que yo le haga la traducción simultánea.
Y aunque sabemos que con la nueva naviera no serán fáciles las cosas, pues al menos hay que seguir trabajando hasta el final. Pos ni modo que dejemos ahí todo botado nomás. Uno que es responsable y no sabe dejar las cosas a medias. Y pos así se nos van los días mientras tanto, sin pensar ya lo que hubiera sido nuestro tan soñado barco y en espera de una nueva travesía.
* * *
Y como dicen por ahí “gracias
a los que voluntaria, pero sobre todo involuntariamente, hicieron posible este
recuento" de micromundo!
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